CAPÍTULO II
Juanito Guedes era un hijo de su tiempo. Su formación en casa de sus padrinos era la del régimen imperante una vez finalizada la contienda civil española. Por un lado, severo, castrante y gris, y por otro sólido en principios morales, códigos deontológicos o de conducta y de comportamiento.
Nuestro protagonista aprovechaba cualquier momento del día para cruzar los apacibles terrenos de antaño y disfrutar jugando con su pelota de trapo o de tiras de plataneras en cualquier solar virgen de la zona hasta bien entrada la tarde.
El bote imprevisible de aquella pelota confeccionada por su madrina Flora y por su hermana Carmen, con toda clase de telas y ropa anudada, le sería de mucha utilidad para adquirir control, equilibrio y dominio del balón con el transcurso de los años.
Juanito se ejercitaba durante horas en las paredes de su casa y con un elástico practicaba el salto y remate de cabeza. Era natural que con tanta práctica a todas horas del día, adquiriera una maestría poco común. En los alrededores de la casa de los padrinos habían varios solares allanados para la práctica del fútbol. La puerta de un viejo y desvencijado garaje, donde se guardaba un camión fuera de uso, le era de gran utilidad al niño a efectos de ejercitarse largas horas en el tiro a puerta.
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