El valor de la amistad

CAPÍTULO XVII

 

Alfredo Di Stéfano, a su llegada a España, vistiendo los colores del Millonarios de Bogotá

 

 

 

 

José Montesdeoca sería durante muchos años uno de los amigos más próximos a Juanito Guedes. Su relación trascendería a lo meramente futbolístico teniendo en común vínculos familiares y empresariales, siendo Juan padrino de uno de sus hijos al que bautizarían con el nombre de Alfredo en honor a ‘La Saeta Rubia’, Alfredo Di Stéfano, por quien ambos sentían especial predilección.

 

 

José Montesdeoca, en el centro de la imagen, acompañado por sus buenos amigos Juanito Guedes y Tonono.

Por lo expuesto en estas líneas, era de obligada referencia citarnos en la sede social de Pio XII, lugar donde José Montesdeoca le daría su último adiós antes que el fallecido jugador fuese trasladado en loor de multitud al cementerio de San Lázaro.

Hombre extrovertido y de buen humor, no le resulta fácil hablar de su mejor amigo. Su imagen no se había borrado de su pensamiento en cada conversación que habíamos sostenido a través de los años.

Al pedirle su colaboración con motivo de la edición de este página web, me pide disculpas por los lapsus que pudiera tener y, sin apenas detenerse a escuchar mis preguntas, comienza un largo monólogo sin signos de puntuación:

“Nunca podré olvidar a mi amigo Juan. Nuestra amistad no se circunscribía a lo meramente deportivo. Hay que entender que pasábamos muchas horas juntos, con múltiples vivencias que no se olvidan fácilmente. Juan dejó una huella indeleble en mi vida, que a pesar de los años transcurridos no he podido llenar.

Conocí a Juanito Guedes cuando llegué al Porteño. Yo era ya un jugador veterano y no pensaba volver al fútbol federado por incompatibilidades con mi trabajo. Por aquel entonces estaba vinculado al negocio textil y tenía grandes lazos de amistad con el nuevo presidente del Porteño don José Tejera. Una noche recibí una llamada telefónica desde la sede social del Club albiverde en Tamaraceite, pidiéndome encarecidamente ayuda. Sus dos guardametas disponibles se habían lesionado y tenía que cubrir sus bajas con un portero de experiencia que le ofreciera ciertas garantías. Yo me encontraba fuera de forma y me resistí a aceptar su oferta, pero ante su insistencia no me quedó otro remedio que vestirme de nuevo de corto.

Sin tener tiempo de entrenar ni de intercambiar palabra alguna con mis nuevos compañeros, me vi jugando ese mismo domingo en el Antonio Rojas con el Porteño, que militaba en Segunda Categoría Regional.

Juanito Guedes, aún en edad juvenil, se alienaba en el regional. A los pocos minutos de iniciado el encuentro cuando me disponía a sacar de puerta, Juan, que se encontraba en la demarcación de central, me gritó: “¡Portero, portero, pásame el balón!”.

Yo se lo entregué con la mano. Recuerdo que se giró y como mismo venía el esférico le dio un pase de más de sesenta metros al extremo Reyes. Fue un pase magistral, y milimétrico con la pierna zurda, como no había visto nunca en el fútbol regional. El extremo Vicente Reyes lo recibiría en la mejor posición, avanzando hacia el campo contrario desde donde centra al área pequeña.

Juanito Guedes, que algunos lo tachaban de lento, había atravesado todo el terreno de juego hasta llegar a disputar el centro con el guardameta logrando enviar el balón a la red.

Fue un gol extraordinario como no había visto nunca.

Todo el público del Antonio Rojas se puso en pie ovacionando a aquel chico de tez muy morena que yo no había visto nunca.

Los aplausos fueron tan intensos y prolongados que contagiaron a los jugadores de ambos equipos, que se unieron en la ovación.

Juanito Guedes se vio obligado a saludar a los espectadores desde el centro del terreno de juego. Allí en aquel mismo instante, en el primer encuentro que jugábamos como compañeros, me pude dar perfecta cuenta de su enorme calidad.

Pensé en las palabras de don José Tejera a través del hilo telefónico: “ Montesdeoca va a tener en el equipo a un auténtico fuera de serie. Sé que no lo vamos a disfrutar por mucho tiempo, pues hay muchos equipos que se interesan por sus servicios aunque su verdadera obsesión es llegar algún día a vestir los colores de la U.D. Las Palmas”.

 

Equipo del Porteño en el Campo Antonio Rojas en la temporada 1960-61, cuando comenzaba a liderar la segunda categoria regional tras su victoria ante el Ferrera. De pie, de izquierda a derecha: Pepe Montesdeoca, Ramón, Toribio, Felo, San Juan y Bermúdez. De rodillas: Guerrita, Pepito, Javier, Juan Guedes y Vicente Reyes.

 

 

El Presidente no se equivocaba y tras una fulgurante primera vuelta, destronaríamos al Ferreras, colocándonos líderes del campeonato.

Juanito Guedes no jugaría la segunda vuelta con el Porteño.

Recuerdo que una vez fichado por la U.D. Las Palmas venía a vernos entrenar a Guanarteme, en un pequeño campo cerca de la Cicer, o al campo de las cañas o el de los Giles, que era privado y en Tamaraceite cada vez que podía se trasladaba al Antonio Rojas, a presenciar los encuentros del equipo. ¡Qué gran sencillez la de Juanito Guedes!

José Montesdeoca, al que llamaban cariñosamente ´Ramallets´ por sus espectaculares ‘palomitas’, no puede reprimir la emoción: “Era mi mejor amigo, tanto dentro como fuera de la cancha y siempre estaba a tu lado en los momentos amargos.

Juan supo invertir bien el dinero que ganó en el fútbol y llegamos a tener un negocio de muebles depositando la mercancía en un almacén en el Alto de los Leones, donde residía.

Fue el padrino de bautizo de mi hijo. Un día me dijo: “Tanto tú como yo hemos visto a la U.D. Las Palmas desde sus primeros años. Por el Estadio Insular han pasado míticos jugadores, pero nunca hemos visto a nadie como Alfredo Di Stéfano en sus mejores años con el Millonarios de Bogotá o el Real Madrid.  Si aún estás dudando que nombre ponerle a tu hijo puedes bautizarle con el nombre de Alfredo en honor a ‘la Saeta Rubia’. Lo consulté con mi esposa y al final decidimos ponerle Alfredo y él seria el padrino de bautizo de mi hijo.

 

En la imagen Pepe Montesdeoca y familia.

 

Pepe Montesdeoca era uno de los grandes amigos de Juanito Guedes, habiendo sido compañero en el Porteño. En la imagen, en el bautizo de su hijo Alfredo. De derecha a izquierda: Pepe Montesdeoca, esposa, Georgina llevando en brazos al recién nacido Alfredo y Juanito Guedes.

 

Fábrica de cigarrillos Rumbo en el barrio de Guanarteme por donde Juanito Guedes tenía que pasar para efectuar los entrenamientos con el Porteño en un terreno no muy lejos del campo de la Cicer.

Muchas personas tienden a pensar que Pepe Montesdeoca estaba entre los amigos más cercanos de Juanito Guedes.

“No me atrevería a decir que fui el mejor, pero sí uno de sus amigos más próximos.

Juanito Guedes conocería a muchas personas que le marcarían de alguna u otra forma a lo largo de su vida y es muy relativo pronunciarse a este respecto. Entre los que yo conocí, estaban varios amigos de su infancia y primera juventud, como Vicente Reyes o el guardameta Pedro, que luego militarían con él en el Juventud Tamaraceite. De la época del Porteño tenía especial devoción por Cabuco, su descubridor, de quien no se cansaba de decir que no siendo un hombre ilustrado sino un simple labriego, era el entrenador que más le había enseñado».

 

El presidente del Porteño don José Tejera, Jesús Alemán, Manolo Acosta y Andrés ‘el Sastre’, eran personas muy queridas por Juan, de quienes siempre solía decir que tenía contraído con ellos una perenne deuda de gratitud por todos los desvelos hacia su persona.

El Porteño erradicado en Tamaraceite era un equipo excesivamente modesto formado mayormente por chicos del Juventud, era una especie de su equipo filial. No podemos en ningún modo comparar aquel poderoso conjunto de Bonifacio Vega, que era el equipo de mayores recursos económicos de todo el archipiélago, teniendo en sus filas a muchos jugadores que causaban baja en la U.D. Las Palmas o eran futuras promesas del Porteño: Pantaleón, Ricardo Costa, Alberto, Gorrín, Polo, Paco Elzo, los negritos hermanos Balboa y Martel, entre otros.

 

Plaza del Pilar en el barrio de Guanarteme, cuna de grandes futbolistas a lo largo de la historia del balompié en Canarias.

Bonifacio Vega era un empresario con un gran poder adquisitivo y una persona muy generosa con todos los clubs de Gran Canaria. Se daba la circunstancia que en ocasiones sus ofertas mejoraban a las de las propia U.D. Las Palmas. Bonifacio había sido ex directivo amarillo y seguía ayudando con mucha generosidad a la institución.

 

Damián Massanet Plomer, presidente de la Real Federación de fútbol Las Palmas.

De igual forma, ayudaba a sufragar los gastos a la Federación Regional de Fútbol de Las Palmas, presidida en aquellos años por don Damián Massanet Plomer. Recuerdo que la primera Selección Juvenil que se integraba en un campeonato nacional fue en la temporada 1957-58. El equipo amarillo entrenado por Carmelo Campos había eliminado a la selección de Tenerife y le tocó en suerte la Selección Murciana. Los gastos del desplazamiento de toda la expedición a Murcia para jugar en el estadio en La Condomina, en el partido de vuelta eran cuantiosos y fueron sufragados por la Federación y Bonifacio Vega, que era un verdadero tratado de generosidad.

Por esta razón, la Federación Regional de Fútbol, le permitía entrenar en varios campos como el Jardín de la Infancia de «la piscina» de la Isleta, donde normalmente entrenaban los Infantiles y el Juvenil del primer año a las órdenes de Polo, el campo de Fuentes o el propio Estadio Insular. El Porteño tenía una enorme cadena de filiales, no superada sino por la U.D. Las Palmas.

Al presentar Bonifacio Vega y el señor Aguilar su dimisión en el club de Bernardo de la Torre, la institución albiverde se fue debilitando de forma alarmante siguiendo su camino hacia la desaparición. El club no podía sufragar los gastos, produciéndose una diáspora o éxodo masivo de sus jugadores, además se veían amenazados por una orden de desahucio de su sede social, viendo la posibilidad de vender sus derechos al club de Tamaraceite, como su verdadera tabla de salvación.

 

En realidad, el Porteño de Tamaraceite no dejaba de ser un ‘Juventud’ disfrazado, dado que sus jugadores eran prácticamente los mismos.

Todavía me pregunto qué pudo suceder con aquel club tan poderoso y semi profesional, como el Porteño de Bonifacio Vega y las causas que propiciaron su desmembramiento.

El Porteño de Tamaraceite jugaba en sus comienzos en su propio feudo que lo era también del «Juventud». Era un campo de reducidas dimensiones, llamado El Lomo de Juanito Amador y la gente acudía en masa para verlo jugar viviendo su momento cumbre.

Sin embargo, tras varios años de éxitos incomparables ejerciendo Juanito Guedes un verdadero liderazgo, la Federación prohibiría al Porteño seguir jugando en aquel campo, dado que no reunía ni cumplía los requisitos necesarios. Aquella decisión originó una auténtica debacle en el municipio y en el club, ya que muchas personas mayores de edad,  mujeres y niños dejaron de ir a los partidos al tener que trasladarse al campo de Antonio Rojas. Por otro lado, se creaba una crisis de identidad y ya no había aquella identificación emocional.

Con el paso de los años en la temporada 1966-67, Juanito Guedes, ya célebre jugador de la U.D. Las Palmas e Internacional, es elegido presidente del Porteño por la propia junta directiva y por votación popular. Fue bajo su corto mandato, cuando se acordó cumplir una petición de todos los ciudadanos del municipio, como era la construcción de un nuevo terreno de juego en Tamaraceite, alquilar una nueva sede social y cambiar al equipo de nombre con sus auténticos colores del Juventud, dado que no tenía sentido un club en el municipio de Tamaraceite con el nombre de una institución legendaria del Puerto de la Luz.

Aunque Juanito Guedes pudo darle aquella alegría a los ciudadanos del pueblo, que veían cómo sus justas reivindicaciones eran ahora una feliz realidad, no podría seguir ejerciendo el cargo de presidente de la entidad por incompatibilidad con su profesión de jugador de la U.D. Las Palmas.

Juan Guedes estaba realmente ilusionado y proclamaba a los cuatro vientos que sus futuras promesas llegarían a jugar en el club amarillo, pero sus esperanzas se vieron truncadas por la orden de la Federación y su posterior fallecimiento.

 

 

TEMPORADA 1960 – 61

 

La clasificación quedaría de la siguiente forma:

Equipos que componían la clasificación final.

 

 

 


 

UN JUANITO GUEDES FESTIVO

«Juan era muy aficionado a las fiestas y las parrandas. Sus padrinos le habían comprado de niño una guitarra en la ferretería El Martillo de la bajada de la calle San Pedro con Triana, y sabía algunas notas. Yo le enseñaría unos tonos y nos ibamos en el coche de Santiago Espino de parranda por los campos. Entrábamos en pequeños bares y en tiendas de aceite y vinagre.

Yo me lo tomaba muy en serio, pero ellos de nada que tomaban dos copas, no había quién los aguantara. Aún recuerdo la cara de felicidad de Juan, cantando con Espino. Eran realmente simpáticos y la gente se reía mucho con sus salidas de tono.

Méjico lindo y querido, si muero lejos de ti… ¡Que tiempos tan felices aquellos!».

 

José Montesdeoca y Juanito Guedes con unos amigos en un día en el campo

 

 

 

 

 

De su primera época en la U.D. Las Palmas, solía ponderar mucho a Santiago Espino.

El jugador de Tafira Baja había sido su fiel protector vigilando atentamente todo lo que pudiera amenazar su régimen normal de convivencia. Santiago se convertiría en una especie de tutor y Juanito pasaba muchas tardes en el barrio de Quilmes donde Espino vivía. El padre de Santiago era capataz y boyero en la finca de don Bruno y toda la familia había crecido en un entorno rural, cultivando la tierra y la ganadería.

Al lado de la casa se encontraba el popular estanque de La Palmita, donde a pesar de entrenar en la U.D. Las Palmas, solían frecuentar. Eran leves entrenamientos dirigidos por Gregorio ‘el guardia’, quien no paraba de hacer muecas y movimientos con la porra contorneando su voluminoso cuerpo con la finalidad de provocar la risa de todos los espectadores que presenciaban los entrenamientos. ¡Aquello había que verlo para creerlo!

¡Nunca nos habíamos reído tanto!

Luego nos quedábamos a merendar en casa de los padres de Espino, ordeñaba una vaca y nos daba aquellos cuencos de leche espumosa con gofio del molino, pasando la tarde en animada charla.

Al incorporarse al primer equipo Tonono, procedente del Arucas, los cuatro seríamos inseparables.

Mi actividad profesional en el negocio textil no me permitía ausentarme de mis compromisos laborales y no podía estar con ellos con tanta frecuencia.

Hay que tener en cuenta que Tonono ya había jugado dos años consecutivos en la Selección Juvenil y había surgido entre ellos una corriente de empatía y lazos de amistad que se incrementarían tras el debut de Tonono con Paco Campos, en el Estadio de la Condomina de Murcia, haciendo pareja con el propio Juanito Guedes en la línea media.

El mismo año (1961-62) en un partido ante el Córdoba, Santiago Espino sufriría una grave lesión cerebral y con el tiempo sería traspasado al Ceuta.

Tras la marcha del pundonoroso jugador de Tafira al equipo Ceutí, Juanito Guedes y Tonono se convertirían en hermanos inseparables.

Fueron en realidad almas gemelas, amigos a los que solo pudo separar la muerte”.

 

Construcción del Campo de fútbol de Tamaraceite en el año 1967 que llevaría el nombre de Juan Guedes.

 

 

Vista panorámica del Estadio Juan Guedes en Tamaraceite con posterioridad, donde llegaría a jugar el hijo del malogrado jugador Juani Guedes.

 

 

Puchades.

¡ÁNIMO PUCHADES!,

 

Carlos Mendoza era un fiel seguidor del Porteño desde tiempos inmemoriales.

Un aficionado de avanzada edad que solía acudir al Antonio Rojas cada vez que jugaba el equipo verdiblanco.

Como en tiempos pasados llegó a frecuentar el campo de Fuentes o el Estadio Insular, cuando el equipo albiverde tenía la sede en Bernardo de la Torre, ahora encaminaba sus pasos hacia las Rehoyas Altas para ver a su equipo del alma.

José Montesdeoca nos narra una anécdota muy singular sobre don Carlos Mendoza en relación a Juanito Guedes:

“Este señor era un aficionado de origen peninsular, muy apasionado y cuando vio jugar por primera vez a Juanito Guedes en el Porteño, sus ojos no daban crédito a lo que veía. Como buen seguidor del equipo nacional, admiraba al célebre Puchades, medio volante que llegaría a convertirse en uno de los futbolistas más destacados de la Selección Española.

El jugador valenciano era alto y de complexión atlética. Poseía una fortaleza fuera de lo común, bregando sin pausa por todo el terreno de juego. Cuando don Carlos Mendoza, natural de la región levantina, vio jugar a Juanito Guedes le encontró cierto parecido con el jugador de la ciudad del Turia.

Desde la banda no paraba de gritar: “¡Ánimo Puchades!”.

Cada vez que el medio volante del Porteño estaba en posesión del balón, volvía con el clásico grito de ¡ánimo Puchades!

Cuando finalizó el encuentro ante el Ferreras, que nos daba la posibilidad de liderar la clasificación, muchos aficionados saltaron al campo con la intención de felicitar a los jugadores del Porteño. Entre ellos, a pesar de su avanzada edad, se encontraba Carlos Mendoza, quién fue directo a Juanito Guedes exclamando: “¡Eres el Puchades del Porteño!”.

Juanito Guedes le saludó atentamente para luego decirle con suma educación: “Le he venido escuchando a usted llamarme Puchades durante todo el campeonato, dándome aliento y quiero agradecérselo personalmente, pero mi nombre es Juan Guedes. Estoy comenzando en el mundo del fútbol y será para mí muy difícil llegar al nivel de Puchades. Si a usted no le importa, me agradaría mas que me llamara simplemente por mi nombre”.

El semblante de don Carlos cambió de repente, no sabiendo interpretar las palabras de Juan adecuadamente, considerando que el jugador al haber sido llamado a la Selección Nacional Juvenil, se encontraba un poco crecido.

Juanito Guedes era muy sencillo y servicial, pero tenía su personalidad tanto dentro como fuera del terreno de juego.

En un corto periodo de tiempo, Juanito Guedes nos dejaría para incorporarse a la U.D. Las Palmas, siendo considerado desde sus inicios uno de los mejores jugadores del Club y don Carlos se convertiría en uno de sus más apasionados seguidores.

Desde muy temprano, don Carlos encaminaba sus pasos hacia el Estadio Insular, con la finalidad de sentarse en su sitio preferido, como era la primera fila de la grada sur denominada por aquel entonces grada del marcador.

Desde aquella ubicación, junto a las verdes barandillas se pasaba el encuentro gritando: “¡Ánimo Guedes!”

Una tarde que jugábamos ante el Atlético de Madrid, partido en el que Juanito Guedes había actuado como capitán del equipo, vi a don Carlos y me senté junto a él, aunque aquella localidad a ras del césped me resultaba muy incómoda.

En uno de los lances del encuentro, el balón salió a la banda y fue a parar justamente donde nos encontrábamos don Carlos y yo. Se dio la circunstancia que Juanito Guedes vino a sacar de banda y al vernos tan cerca nos sonrió. Ni que decir tiene que don Carlos no paraba de gritar: “¡Ánimo Guedes!”

Juanito Guedes se agachó a recoger el esférico y mirándonos con una sonrisa, le dijo en tono bromista: “¡Ese nombre me suena mucho mejor!”.

 

 

 

 

Grada Sur, denominada también ‘grada del marcador’, donde tenía su localidad en la primera fila Carlos Mendoza

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Aquella misma temporada enfermaría de gravedad don Carlos Mendoza, y Juanito Guedes después de finalizar uno de los encuentros me diría que había notado en falta sus gritos de aliento. Al informarle que estaba muy enfermo en el hospital, me dijo que quería ir a verlo para agradecerle su apoyo incondicional.

Aquella misma semana fuimos a visitarlo a la clínica y había que ver la cara de alegría de Carlos cuando vio aparecer la figura de Juanito Guedes en la estancia. A los pocos días fallecería, y Juan no pudo ir al sepelio al tener que desplazarse con el equipo a la capital de España, pidiéndome encarecidamente que le enviara en su nombre una corona de flores. Es sólo un simple ejemplo que podría parecer a simple vista nimio e irrelevante, pero que ilustra y deja constancia de la humildad, bonhomía y sencillez de Juanito Guedes.

 

 


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