CAPÍTULO XIII
En el periodo estival Juanito Guedes y su hermana Carmen dejaban la casa de sus padrinos en el Alto de Los Leones para ir a vivir con sus padres y hermanos al sur de la isla. De Ojos de Garza se mudaron al Carrizal de Ingenio en una casa alquilada.
Por aquel entonces el Carrizal era un pueblo muy pequeño azotado por el viento.
Sus padres Juan y María, mantenían a una larga prole de hijos.
Fue en las áridas tierras sureñas donde el niño comenzaría a curtirse. El paso de los años lo identificaría con la cultura del esfuerzo. Durante las vacaciones en el sur, Juanito Guedes, no tenía otro entretenimiento que jugar a la pelota con los chicos de la vecindad, la mayoría eran hijos de aparceros o jornaleros que trabajaban en la construcción, tomateros, fincas de plataneras o en la ganadería.
En aquellos años de las décadas de los cuarenta y cincuenta hay muy pocos lugares de diversión y todo se centraba en deportes autóctonos como la lucha canaria o en los partidos de fútbol. En ocasiones habían ferias de ganado muy concurridas o espectáculos de pequeños circos ambulantes como podía ser el de los Hermanos Segura con la genial Pinito del Oro, antes de su marcha a los Estados Unidos o el popular Circo Totti, de donde recogemos algunas imágenes.
Si bien los primeros años practicaba con niños de su edad, muy pronto, debido a su vertiginoso desarrollo, comenzaría a ser requerido por veteranos que le doblaban en edad.
Las facultades de Juanito Guedes no eran las propias de un niño aún en edad infantil.
Aquellos investigadores y coetáneos de Juanito Guedes, que se han acercado a su figura, tienden a pensar que en este itinerante deambular, trasiego y constante contacto con diferentes equipos de la zona sureña se iría forjando su personalidad y evolución futbolística.
Posiblemente no les falte razón, dado que Juanito Guedes vivió su niñez y primera adolescencia con formas de adulto y allí experimentaría y adquiriría consciencia de los más puros ideales humanos en contraposición con la amarga realidad de la vida.
Como era de suponer, sus excelentes condiciones para el deporte del balompié, fueron transmitiéndose como por tradición oral: Ojos de Garza, Sardina del Sur, Carrizal, Ingenio, Agüimes, Barranco de Balos, Vecindario, y Santa Lucía, entre otros lugares.
En aquellos campos ventosos de tierra dura y seca, Juanito Guedes estrenaba por primera vez unas botas de fútbol. Esta circunstancia tenía lugar en Sardina del Sur.
Atrás iban quedando los años de las tobilleras en los estanques de barro. Juanito Guedes seguiría forjando su leyenda rural en aquellos polvorientos terrenos de juego.
Era su advenimiento de adolescencia. El jugador iría adquiriendo una mayor destreza y presencia, llegando a cubrir una amplia zona del campo.
Los adeptos a su juego eran cada vez más numerosos, cuando el espigado jugador figuraba en el cartel.
La admiración hacia su figura crecía vertiginosamente y ya era requerido por muchos clubes de la categoría regional.
Juanito Guedes, serpenteando tortuosos caminos de tierra y paisajes tórridos del caluroso verano de aquel lugar, iría construyendo su historia y configurando su propia biografía.
Juanito Guedes continuaba viviendo con sus padrinos en el Alto de Los Leones, aunque su hermana Carmen, una vez sus padres se instalaron en vecindario y luego en el Carrizal de forma definitiva, fijaría su residencia en el sur con el resto de sus hermanos.
Siendo un excelente hijo y visitando a sus padres frecuentemente, adoraba igualmente a sus padrinos y nunca sintió ese exilio interior o sentimiento de orfandad.
La vida no es mas que un continuo reflejo de nuestra infancia y a ellos debía su formación integral.
La educación crece y germina en le entorno familiar.
Recordaba Juanito Guedes cómo algunos de aquellos torneos terminaban en auténticas batallas campales. El tiempo seguiría su inevitable curso y el adolescente continuaba su aprendizaje futbolístico en equipos no federados de las áridas tierras sureñas.
Camión de la empresa Los Betancores, trabajando en la finca del Dr. Valentín de Armas, en el sur de la isla.
Un captador de jugadores, labriego de profesión, pero con una gran capacidad para diferenciar el verdadero talento, que respondía al nombre de José Cabuco, había venido siguiendo con suma atención la trayectoria del chico, desde su irrupción en los estanques de barro siendo consciente de las grandes cualidades que atesoraba el jugador.
En la imagen, José Cabuco, verdadero descubridor de Juanito Guedes.
En vacaciones en el sur de la isla, Juan se levantaba con el alba y en compañía de su hermano Manolo cruzaba las desérticas tierras sureñas con la finalidad de esperar los viejos camiones de reparto de leche o de los jornaleros que solían realizar la ruta sur.
Eran encuentros de competición no federada, torneos amistosos que en ocasiones se organizaban en beneficio de personas necesitadas o en las fiestas de la localidad.
El balón había llegado a formar parte de su universo infantil y de su primera adolescencia.
Al finalizar aquellas contiendas no exentas de cierta beligerancia, regresaban caminando por las rutas abrasadoras y serpenteantes de aquella singular orografía.
Muy pronto sus excepcionales condiciones le situarían entre los jugadores más destacados de la zona sur.
Tardes tórridas de verano sureños en campos de tierra seca.
Hay una fortaleza que deriva de la rectitud,
espíritu de convivencia y principios que suelen tener un efecto multiplicador.
Pero, sería sin lugar a dudas, la influencia de su descubridor José Cabuco, el detonante de su llegada al ‘Juventud’ y legendario Porteño. Por otra parte, la grandeza y fuerza del amor serían motivos fundamentales de su apego y afección al municipio de Tamaraceite.
Siguiente capítulo: El Juventud Tamaraceite.