CAPÍTULO III
En aquellos años en el Alto de Los Leones transitaban pocos automóviles, que eran utilizados por familias pudientes muy conocidas por los lugareños, predominando en el sector del transporte público los coches de hora, también denominados de Melián, y los populares piratas, dado que las guaguas de la línea nº 9 solo llegaban a lo alto de la calle Pedro Infinito, donde estaban los estanques de barro. Finalizado el trayecto y después de una corta espera seguiría su ruta de regreso hasta el Puerto de la Luz.
Las horas pasaban lentas y Juanito y su hermana Carmen apostaban a inocentes y monótonos juegos. Los coches de hora y piratas pasaban por Los Tarahales en dirección al Lomo Apolinario y Tamaraceite. La vieja carretera de tierra, debido a los gélidos inviernos, se convertía en un lodazal dificultando el trayecto de los vehículos y transportes. Su hermana Carmen nos diría con una sonrisa de resignación: “mi hermano Juan siempre ganaba, porque él apostaba a favor de los piratas, que pasaban con una mayor frecuencia. Yo, como elegía los coches de hora estaba predestinada a perder. Los niños de hoy se reirían viéndonos colocar aquellas piedrecitas según iban pasando los transportes”.
Coche de hora o de Melián, esperando la llegada de pasajeros.
Juanito Guedes fue siempre un gran coleccionista de cromos de fútbol. Tenía todos los álbumes desde la propia fundación del club amarillo.
Recordaba Carmen, cuando debido a un cromo que le faltaba del defensa y capitán de la U.D. Las Palmas, Yayo, visitó todas las casas de sus amigos a efectos de conseguirla. Aquel día, Juanito se sentiría realmente feliz.
La arcadia era según la mitología griega una región del país heleno donde reinaba la felicidad y todos sus ciudadanos convivían en perfecta armonía, catálogo de inocencia muy utilizado luego por los renacentistas.
El fútbol era para Juanito Guedes como para todos los niños de aquella época una pasión infantil y, a pesar de las penurias y necesidades de aquellos años, haciendo nuestras las palabras del poeta Antonio Machado, «el cielo azul de la infancia es irrecuperable». Aquellos amigos de su niñez permanecerían siempre en su memoria como si se tratara de un mundo literario.
Nuestros primeros años se caracterizan por su espontaneidad y actividad, pero al mismo tiempo por su falta de razonamiento. Son años en los que vamos gradualmente descubriendo la vida.
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