Ignacio Oregui

 

IGNACIO OREGUI: ACROBACIA AGILIDAD Y DESTREZA EN ESTADO PURO

 

Llegué a la U.D. Las Palmas poco antes que Juanito Guedes, aunque paradógicamente él debutaría antes, en la temporada 1960-61, recién llegado del Porteño tras sus grandes éxitos en la Selección Juvenil Nacional.

Mi venida y estancia en la isla fue con motivo de cumplir el servicio militar.

Un año antes del fichaje de Juanito Guedes yo jugaba en la U.D. Las Palmas Aficionado, y aunque era titular y mis actuaciones eran del agrado de los mandatarios del club y aficionados, ser guardameta de La U.D. Las Palmas era tarea complicada.

A finales de la temporada 1959-60 aún estaba José Casas Gris (Pepín) que era una leyenda inamovible.

Muy pronto, tras el descenso a Segunda División, el guardameta valenciano sería traspasado el Real Betis, facilitándome la subida al primer equipo.

No obstante, quedaba Antonio Betancor, que había sido suplente de Pepín durante muchos años, Ulacia que había llegado en 1957 de la mano de Ignacio Urbieta y la incorporación de Bermúdez.

Todos tenían mayor experiencia que yo, ello significaba esperar relegado a la suplencia.

Las oportunidades de los guardametas distan mucho de las de los jugadores de campo que tienen un amplio abanico de posibilidades en diferentes demarcaciones. Luego, también había otros porteros que entrenaban con el primer equipo como Angulo, Alberiche, Colina o Grisaleña, que igualmente contaban como futuros porteros del club.

Atrás había dejado mi pueblo natal de Bergara y mis raíces norteñas.

 

Panorámica de la localidad de Bergara

 

En aquellos años era muy complejo para un chico vasco de extracción rural venir a una isla como Gran Canaria con la intención de residir en ella. Todo el archipiélago canario quedaba muy lejos en aquella época y hablar de las islas a una familia de un caserío o pueblo rural vasco era como referirse a los confines del universo. La forma de vida y costumbres eran muy diferentes.

Mis padres poseían un caserío y finca en Bergara, y toda la familia vivía en un entorno rural trabajando en la agricultura. En puridad, la vida en el campo es muy dura para toda la familia pero también tenía su belleza y su encanto bucólico lejos de encontrar en el bullicio de las grandes ciudades. Los lugareños eran personas muy arraigadas a su terruño y de costumbres muy vascas.

Llegar a una isla tan cosmopolita donde comenzaba a surgir el turismo como primera fuente de riqueza me causaría gran impresión. Aunque en aquellos años de finales de los cincuenta y principios de los sesenta distaban mucho de la actualidad.

De todas formas, España comenzaba a mejorar paulativamente con la ayuda de Estados Unidos y el desbloqueo de los países aliados. Los efectos de la posguerra iban desapareciendo gradualmente.

Como es natural sentía nostalgia de mi tierra y familia pero con el transcurso del tiempo me fui adaptando a la isla. Siempre he resaltado la hospitalidad de los canarios en mis inicios. Tengo un grato recuerdo de mi paso por el Aficionado ya que todos me acogieron espléndidamente.

 

Ignacio Oregui, cuando militaba en el Aficionado de la UD Las Palmas.

 

 

Yo había sido el único miembro de la familia que había estudiado a nivel superior cursando la carrera de delineante y tenía un empleo asegurado en una empresa solvente del sector.

Por otro lado, toda mi familia y vínculos afectivos estaban en el País Vasco. También la empresa me había prometido seguir en mi puesto de trabajo al regresar del servicio militar, gesto de extrema generosidad que nunca olvidaré.

Aunque en la isla me habían tratado magníficamente yo tenía claro regresar a mi pueblo, seguir mi vida y tradiciones en la tierra que un día me viera nacer.

Sin embargo, todo daría un giro sustancial al presentarse unas circunstancias inesperadas.

Cuando finalizó el periodo militar en el ejército del aire, le hice saber a los rectores del club que estaba muy agradecido por el trato y mi intención era tener la oportunidad de despedirme de todos. Yo había contactado con la agencia de viajes y tenía reservado el pasaje.

Debía marcharme con la mayor celeridad ya que mi familia me esperaba y tenía muchas obligaciones que cumplir.

El caserío y las tierras nos daban para vivir cómodamente pero sin grandes lujos. La alimentación era la base principal en aquellos años de posguerra y nosotros siempre estuvimos muy surtidos.

Los amigos del pueblo eran personas muy rectas con sus propios códigos morales y de conducta basadas en las tradiciones con costumbres muy vascas.

El presidente Juan Trujillo Febles, Honorio Mozón y el secretario general me citaron en la antigua sede social de La Plazoleta de Luis Antúnez, nº 1.

 

Antigua sede social de la Plazoleta Luis Antúnez donde Oregui se reunió con los rectores de la UD Las Palmas.

 

Pensé en un primer momento que era para despedirse pero todos sentados a mi alrededor comenzaron a dar cifras todas con escalas según los partidos que llegara a jugar. Algunas de las propuestas eran realmente tentadoras. Recuerdo que todos hablaban y hablaban mientras yo permanecía en silencio. Cuando terminaron les dije que agradecía profundamente el interés por contratarme pero que mi decisión era firme.

Como veía que a pesar de todo no aceptaban mi negativa pensé que pidiéndoles una cifra desorbitada viniendo de un jugador joven y sin experiencia como yo, la rechazarían de pleno y me podría ir tranquilamente a mi tierra. Les dije que era muy difícil quedarme por múltiples factores de índole familiar pero que si me llegaba una oferta de 100.000 pesetas de prima de fichaje más sueldos y primas por partidos y diferentes conceptos de prima, como el jugador mejor pagado de la plantilla me lo pensaría. La sorpresa había sido mayúscula. Mientras Jesús García Panasco me miraba por debajo de sus gafas con aquella mueca tan característica en él cuando las cosas no eran de su agrado, el presidente Juan Trujillo en voz alta y airada me dice: “¿pero bueno, usted está hablando en serio o esto es una broma de mal gusto?. Yo me levanté agradeciéndoles su interés y oferta pero advirtiéndoles que mi decisión ya había sido tomada y que como las posturas estaban tan lejanas no había más que hablar. Les di las gracias y un fuerte apretón de manos.

La despedida fue correcta y elegante, aunque obviamente no tan afectuosa debido a la gran decepción que se habían llevado.

Como la mayoría de jugadores foráneos y de otras islas vivíamos en la pensión de Dª Dolores, una gran señora con un sentimiento maternal hacia todos nosotros. Al regresar del club pensé en realizar las últimas gestiones en la isla y despedirme de todos los compañeros. Pero una determinada circunstancia iba a cambiar el rumbo de los hechos.

Jorge Quintana.

Al día siguiente, muy temprano en la mañana me avisan que alguien pregunta por mí en recepción argumentando que era una gestión urgente. No tenía idea de quién podía ser a aquellas horas, algo poco frecuente en mi rutina diaria.

Cuando bajé las escaleras y vi el rostro del empleado del club Jorge Quintana, a quien todos llamaban Jorgito, pensé que venían de nuevo a lo mismo.

En un tono algo agitado y nervioso me dice que me esperaban en el club lo antes posible. Hasta aquí todo parecía normal pero cuando el empleado de la entidad saca un cartucho de la tienda de comestibles y me dice que cuente las 100.000 pesetas que habían dentro me quedé estupefacto.

Yo en realidad había puesto aquellas cifras con la única finalidad de que no aceptaran y me dejaran marchar.

 

 

 

 

Paco Campos.

Tras fichar en la U.D. Las Palmas, el secretario general Jesús García Panasco, que tenía un gran poder de convicción me dijo en el club que había sido un buen fichaje por ambas partes y era una gran oportunidad de cara a mi futuro como jugador profesional. Tenían una fe ciega en mis condiciones como guardameta y lo demostraron con creces.

 

De regreso a casa en el periodo estival pensé que había tomado la decisión correcta dado que aquella cantidad no la podría haber ganado como delineante más. Por otro lado me daba la oportunidad de ayudar a mi familia, a remozar y ampliar el caserío y los terrenos de la finca dotándola de todo lo necesario, algo muy beneficioso para toda la familia.

Recuerdo que le entregué a mi madre 75.000 pesetas, quedándome con 25.000 pesetas para mis gastos, una vez de regreso en la isla.

Debo admitir que a pesar de la seguridad económica me costó separarme de mi familia y de mi entorno.

Era decir adiós a muchas vivencias para tomar un rumbo desconocido. No obstante, todos comprendieron que era una gran oportunidad de prosperar en mi vida y yo tenía la posibilidad de regresar todos los años de vacaciones.

Mi debut en la UD Las palmas sería en los Cármenes ante el Granada, dándome la oportunidad el técnico Paco Campos, que había sustituido a Casimiro Benavente.

 

 

 

Partido de rivalidad isleña ante el C.D. Tenerife. De izquierda a derecha: Oregui, Tonono, Torrent, José Luis, Evaristo y Guedes. De rodillas: Vegazo, Germán, Erasto Santamaría y José Luis.

 

 

Juanito Guedes, un jugador integral, indispensable en el núcleo de creación del equipo

 

Conocí a Juanito Guedes desde su militancia en el Porteño Regional y en la Selección Juvenil.

A diferencia de muchos jugadores, su debut se produjo poco después de fichar en el club.

Me admiraba su confianza y valentía aún en edad juvenil. El equipo había descendido a la Segunda División la temporada anterior y el club entraría en una grave crisis económica y deportiva. El técnico Casimiro Benavente le daría la oportunidad de debutar muy joven y no precisamente en la mejor época de la entidad.

 

Aunque era un jugador excepcional, jugar en aquellos campos de Segunda División de la época enfrentándose a jugadores veteranos no era un camino de rosas. Nosotros teníamos un equipo muy modesto. Todo cambiaría cuando se fueron incorporando jóvenes canteranos de gran valía.

Juanito Guedes era un jugador polivalente y destacaba en todas las demarcaciones, aunque su espacio natural era la zona del centro del campo desde donde organizaba todo el juego del equipo. Desde su primera temporada en el club ya le nombrarían el mejor deportista del año.

Le costó mucho llegar y los principios fueron duros.

Todo el juego recaía en sus botas y tenía que realizar un gran esfuerzo para cubrir varias demarcaciones a la vez. La llegada de Germán y Correa le benefició mucho, dado que tenía una mayor libertad de acción. Los tres eran jugadores creativos de gran nivel.

Formaban una especie de rombo con Juanito Guedes en una posición más retrasada, normalmente recibía el balón de la defensa y lo proyectaba al ataque, bien a base de pases de larga distancia o combinando con Correa y Germán.

El equipo fue adquiriendo experiencia hasta consolidarse subiendo a Primera División.

Tras algunos años de adaptación donde Juanito Guedes adquirió un gran prestigio a nivel nacional proclamándose campeón del mundo con la Selección Militar. Era el auténtico referente del equipo y su popularidad crecía día a día, siendo pieza fundamental con todos los entrenadores desde su debut con Casimiro Benavente, Paco Campos, Rosendo Hernández, Vicente Dauder, Juanito Ochoa y Héctor Rial con quien a pesar de lo irregular de la temporada(1967-68 / 1968-69), destacaría sobremanera en lo individual jugando todos los encuentros de Liga y Copa del Generalísimo.

Con la llegada de Luis Molowny, el club decidió contratar a Gilberto II que con Martín II y José Juan, que potenciarían el equipo considerablemente. Tanto Juanito Guedes como Germán se sentían reforzados con el continuo bregar del jugador tinerfeño.

Fueron nuestros dos mejores años y el pináculo de celebridad de Juanito Guedes que era todo en el equipo.

Fue un jugador muy querido por los aficionados dada su gran sencillez. La mayoría de aquellos jugadores conviviríamos cerca de una década juntos y todo ello se nota a la hora de adquirir ciertos automatismos,

Lo admirable en este proyecto es que habiendo transcurrido medio siglo aún se recuerde la figura de Juanito Guedes como si fuera ayer.

El fútbol ha cambiado sustancialmente y por el club han pasado muchos jugadores, algunos de ellos de enorme calidad, pero tras su fallecimiento aún no hemos visto un futbolista de su carisma y personalidad.

 

El guardameta Ignacio Oregui mostrando su alegría tras la victoria amarilla en el Nou Camp.

 

Equipo que se proclamaría Subcampeón de España en la Liga Nacional. De izquierda a derecha, de pie: Oregui, Aparicio, Tonono, Martín II, Castellano y Guedes. De rodillas: León, Gilberto II, José Juan, Germán y Gilberto I.

 

Ignacio Oregui