
EL MARISCAL
ETERNA SONRISA
La noticia había corrido por la ciudad. ¡Juanito Guedes ha muerto!. Fue impresionante y nos aprestamos a vivir una de las primeras jornadas tensas de trabajo en la redacción del periódico, en el que habíamos comenzado a colaborar unos meses antes.
En las clases del colegio San Ignacio de Loyola era el comentario unánime en aquella mañana del 9 de marzo, y no se hablaba de otra cosa. La personalidad de el Mariscal era tremenda, siendo admirado por todos y no solamente por sus cualidades futbolísticas, que eran extraordinarias, sino por su caballerosidad, sencillez y esa amplia sonrisa siempre en su rostro.
Desde que pudimos escaparnos del Colegio, con permiso del Padre Castro, en la actualidad Rector del mismo, nos fuimos de inmediato a la Redacción, y en la calle se podía evidenciar que la tristeza embargaba al pueblo grancanario que había perdido a uno de sus grandes ídolos futbolísticos, a todo un exponente de una generación, que además, tenía un gran carisma entre sus compañeros, que con lágrimas en sus ojos, portarían luego el féretro de su capitán, en el acto del sepelio. Todos a uno, desde Aparicio con el que compartió las últimas horas; Castellano, su pareja en una media inolvidable y al que no había forma humana de tranquilizarlo; el propio Germán, que al día siguiente perdía repentinamente a su hermana mayor Yolanda; Trona, que tubo el honor de suplirlo tras el último partido en que Guedes defendió la camiseta amarilla en el Estadio de la carretera de ´Sarriá´.
Los tinerfeños José Juan, Martín Marrero, los dos Gilberto y una larga lista de jugadores que aún sabiendo que la gravedad de la enfermedad de su capitán era irreversible, no se resignaban a comprender que se les había ido para siempre.
Las llamadas a la Redacción desde los periódicos de la Península no cesaban. Guedes se había ganado un merecido crédito en todo el fútbol nacional, donde los clubes punteros quisieron hacerse con sus servicios, pero eran tiempos en que la Unión Deportiva de Juan Trujillo Febles decidió no traspasar a nadie, pese a las importantísimas ofertas recibidas entre otras, por el propio Guedes, del F.C. Barcelona, Atlético de Madrid, Real Madrid y Español, que confirmaban la valía de aquel grupo de futbolistas que tanta gloria dieron a los colores amarillos.
Fue una manifestación de duelo jamás conocida en la isla. Nadie diría que cuatro años más tarde, los mismos miles de aficionados despedirían a Tonono, al que costó muchísimo retirarlo junto al ataúd abrazado a su entrañable amigo y compañero. Gran Canaria y el fútbol español despedían a un auténtico Mariscal de campo que tenía la Unión Deportiva Las Palmas.
JOSÉ HERNÁNDEZ