CAPÍTULO IV
En los estanques de barro eran frecuentes las grietas y zanjas debido a la humedad de las lluvias en contraste con la sequedad del terreno en los calurosos veranos.
En cierta medida era natural que abundaran los golpes en la cabeza y en los dedos de los pies. También eran frecuentes las bronquitis dado que en los gélidos inviernos jugaban con el terreno enfangado de barro y en numerosos charcos de agua. El niño solo tenía la protección de unas tobilleras que su madrina Flora y su hermana Carmen le compraban en la droguería Espinosa de la calle Real de Triana.
Los estanques de barro estaban situados en lo alto de la calle Pedro Infinito, donde las guaguas de la línea nº 9 giraban al finalizar su recorrido.
En uno de ellos había un pequeño muro de aproximadamente medio metro de altura que lindaba con el estanque, con una antigua carretera de tierra que llegaba a Tamaraceite. Era de color blanco. Cuando Juanito Guedes, con el transcurso del tiempo, ya era figura destacada en la U.D. Las Palmas y del fútbol nacional, era frecuente verlo bajar de su domicilio en El Alto de Los Leones hasta el estanque de barro de Pedro Infinito, donde el propio futbolista había jugado tantas veces, con la finalidad de presenciar los encuentros infantiles de los equipos de Antoñito Álvarez, padre de los hermanos José Antonio, Susi y Carmelín. Juanito Guedes descansando su pierna izquierda sobre el muro, contemplaba con suma atención la evolución de los encuentros acompañado de sus amigos de infancia de toda la vida.
IMAGEN HISTÓRICA
Su popularidad había llegado a límites insospechados concitando su presencia en la zona una gran expectación.
Juanito Guedes asumía su emergente fama con una gran naturalidad y sencillez pues una de sus virtudes mas acusadas radicaba en no haber olvidado nunca sus orígenes.
Siguiente capítulo: Pino Apolinario