Manuel Martín González (Martin I)
Paradigma ejemplarizante de polivalencia futbolística
Aunque nació en el popular barrio de San José, donde permanecería sus primeros diez años, su familia se trasladaría con posterioridad a Schamann, que por el ecuador de los años cincuenta comenzaba a poblarse con construcciones de protección oficial que otorgaba el gobierno. Fue un crecimiento emergente, donde numerosas familias procedían de distintas zonas de la ciudad. Era un núcleo poblacional no muy habitado y todo se circunscribía a unas pocas calles teniendo como arteria principal d. Pedro Infinito, que comenzaba a la altura de la iglesia de Los Dolores y llegaba hasta Los Albergues, donde todos los niños de la zona practicaban el fútbol en los estanques de barro. De igual forma, había un terreno de juego donde se edificaría el Parque d. Benito Pérez Galdós y otro llamado Campo del Cine Sol, hoy Polideportivo García San Román.


En mis animadas charlas con Martín I, hombre versado y de amplios conocimientos de la historia de nuestro fútbol nos diría:
«Mi familia procedía del entrañable barrio de San José y por los años 50 nos trasladaríamos a la zona alta de la ciudad, concretamente a Schamann. Sería en ese lugar por los años 1955/56 donde conocería a la familia Alvárez.
Antoñito Alvárez, gran aficionado del fútbol base, crearía el Sagrado Corazón, donde coincidiríamos con sus hijos José Antonio, Susi y Carmelín. Éste último llegaría a jugar en la U.D. Las Palmas aunque todos ellos tenían una gran calidad técnica. Con posterioridad pasaríamos a participar en el campeonato infantil a celebrar en el jardín de la infancia, mas conocido como «La Piscina» de La Isleta.



Mis padres, Francisco y Dolores, muy aficionados al fútbol, nos animaban a practicar este deporte. En rigor ya jugábamos mis hermanos, Pacuco, Pepito, Leonardo y el que suscribe en los campos de la zona, como el del Cine Sol, hoy García San Román, en el del Cine Plaza, hoy Parque don Benito y en los estanques de barro. Posteriormente formaría parte del Nuria e Imperial de Arenales, donde coincidiría con amigos como Paco Castellano, Lasso, Mejido y Pedro…
Llegada la edad juvenil pasaría a integrar la cadena de filiales de La U.D. Las Palmas, de la mano de Antonio Velázquez, captador de las categorías inferiores de la U.D. Las Palmas supervisada por Carmelo Campos».



Juanito Guedes ya vivía con sus tíos en el Alto de los Leones, lugar situado cerca de los Tarahales y la Paterna, que en aquellos años eran fincas de cultivo y ganadería. La Paterna tenía en su interior un estanque de barro donde también solían jugar al fútbol los chicos de las Rehoyas Altas.
Juanito Guedes era dos años mayor que yo pero su complexión física desde niño era la de un adulto. Todos los niños de la parte alta de la ciudad que jugábamos a fútbol nos conocíamos.
La vida era muy familiar en aquellos años y los hábitos y costumbres muy similares. No había la diversidad de deportes de hoy y España salía gradualmente de una posguerra. Eran tiempos difíciles donde había que agudizar el ingenio y la cultura del esfuerzo.
Conocí a Juanito Guedes jugando en los estanques de barro y en su corta militancia en un equipo infantil llamado Rehoyas donde sobresalía por su envergadura y facultades futbolísticas.

No obstante, Juanito Guedes no llevó la misma trayectoria que la mayoría de jugadores que con el tiempo llegaríamos a la U.D. Las Palmas. Por regla general, comenzábamos a jugar en competiciones del Jardín de la Infancia, más conocida como «La Piscina», en el barrio de La Isleta. Integrábamos diferentes equipos como el Estrella Blanca, Imperial de Arenales, Porteño, La Luz, Alvarado Duarte, el Carmen…

En otra zona de la ciudad como el Barranco Guiniguada y Ciudad del Mar había igualmente competiciones infantiles donde jugaban equipos de aquella zona como el Santo Domingo, San Lázaro, Paquete Vila, Farnesio, Pequeño Barcelona, Terry…
Juanito Guedes prefería jugar a su aire practicando en toda clase de torneos, sobre todo en Tamaraceite y en el sur de la isla durante los periodos estivales que pasaba en casa de sus padres. En aquella zona sureña y aún en edad infantil se fue formando participando en competiciones de adultos que le doblaban en edad. Con posterioridad ficharía en el Porteño de Bonifacio Vega, pero desplazarse a «La Piscina» de La Isleta le quedaba muy lejos para efectuar los entrenamientos y dado que ya se había efectuado la fusión con el Juventud Tamaraceite, donde militaban amigos como Vicente Reyes, Ramón, Pedro, prefirió decantarse por el Juventud. Yo, al tener menor edad y jugar en el Imperial de Arenales, no tuve ocasión de enfrentarme a él en competiciones de adheridos o encuentros oficiales.






Con el transcurso de los años y ya militando en el Juvenil de la U.D. Las Palmas C, fui llamado junto a otros compañeros a efectos de integrar el grupo que se formaba para configurar la Selección Juvenil. A nosotros nos entrenaba Antonio Velázquez que era a su vez auxiliar de Luis Molowny.
Los entrenamientos tenían lugar en La Ciudad Deportiva Martín Freire, Antonio Rojas y Estadio Insular. Juanito Guedes acudía por segunda vez a la Selección Juvenil y allí tuve la oportunidad de compartir equipo en un partido de preselección que se solía realizar para configurar la plantilla que debía representar a la selección juvenil de Las Palmas de forma definitiva.

En lo que a mí respecta, me quedaban aún dos años más para integrar la selección y era lógico que seleccionaran a los de mayor experiencia, salvo casos excepcionales.
Suelo referirme con relativa frecuencia a una anécdota de un entrenamiento en Martín Freire cuando hablamos de la figura de Juan Guedes.
Yo era apenas un niño en pleno desarrollo y aunque en juveniles, d. Enrique Alcalde y d. Fernando Valdivielso, nos preparaba muy bien en lo físico. Cuando me vi en aquel campo jugando con un fuerte viento en contra, me las veía y deseaba para desplazar el balón al igual que la mayoría de los compañeros.
A mi lado Juanito Guedes parecía un gigante. Me quedé realmente impresionado con su forma de desplazar el balón. Cada vez que despejaban del área contraria el esférico venía a él como si se tratara de un imán. Luego, disparaba con una potencia descomunal desde todas las distancias. Era tanta su fortaleza que aquel huracanado viento, llegaba con mucha fuerza en contra de nuestra parcela de juego. ¡A él le tenía sin cuidado, dado que en esa circunstancia era capaz de poner el balón a 50 m de distancia!.
Yo, al presenciar aquella fuerza de la naturaleza delante de mí, me hice una reflexión: ¿qué pinto yo aquí?
Los compañeros se ríen al contar la anécdota, pero era la auténtica realidad. En aquel segundo año con la Selección Juvenil, Juanito Guedes sería el jugador más destacado. Sus partidos ante la selección tinerfeña fueron impresionantes.
Prueba de ello fue la llamada del seleccionador nacional Eusebio Martín dándole la titularidad en aquel torneo de la U.E.F.A. que tuvo lugar en Lisboa. A su regreso fue fichado por la U.D. Las Palmas, siendo elegido el mejor deportista del año.
Aquel año de 1961 sería inolvidable en la vida de Juanito Guedes. Al año siguiente, con una selección sin jugadores del nivel de Tonono, Guedes, Correa, Molina, Andrés Socorro… nos proclamaríamos Campeones de España, eliminando por fin a la Selección de Tenerife, que era nuestra ´bestia negra´.

Juanito Guedes ponderaría nuestra actuación en un medio informativo argumentando cuánto le hubiese gustado haber participado en aquella selección. Por el contrario, Germán que pudo jugar en el primer equipo al igual que Juanito Guedes o Tonono sería requerido a la U.D. Las Palmas por Luis Molowny para reforzar la Selección Juvenil, no pudiendo debutar ese mismo año.
Sin embargo, el destino lo premiaría con la consecución de un Campeonato de España de Juveniles por primera vez en la historia. Aquella gesta fue inenarrable y quedará para siempre en los anales de la historia del fútbol canario. Como prueba y testimonio, dicha selección aportaría cuatro jugadores a la Selección Nacional Juvenil, siendo capitaneada por Germán Dévora, además de Santiago (portero), Rafael y Óscar.

El fútbol siempre ha sido un compendio de alegrías y sinsabores.
Tendrían que transcurrir tres años para llegar al primer equipo de la U.D. Las Palmas en Primera División y poder alinearme junto a Juanito Guedes en un encuentro ante el Real Betis en mi debut en el Benito Villamarín, aunque desde mi paso al Aficionado aún en edad juvenil, ya entrenaba con el primer equipo con Rosendo Hernández, donde surgió una especial empatía con Juanito Guedes, dado que ambos éramos de la zona alta de la ciudad.
A pesar de tener cierta autoridad en el vestuario, Juan era un ser humano extraordinario, dulce y cariñoso con quienes nos íbamos incorporando al club.

En la misma temporada (1964-65) con Vicente Dauder, fue necesario jugar cuatro encuentros de Copa del Generalísimo con el C.D. Tenerife para eliminarlos. El entrenador tuvo el inconveniente de no poder contar con Juanito Guedes por una indisposición, con lo cual tuve la suerte de ser llamado para participar en ese encuentro, lográndose al fin la eliminación del equipo tinerfeño. Antonio Collar sería el autor del gol de la victoria tras 270 minutos de juego.
Juanito Guedes tenía una inteligencia natural obtenida más bien en la universidad de la calle. Se había educado con sus padrinos y era una persona que sabía estar pero, a su vez, tenía la sabiduría de haber vivido en plena libertad y era poseedor de una intuición especial para captar toda clase de situaciones y llevarlas por la senda correcta. En sus labios tenía siempre el dicho de: «No pasa nada».
Era una persona que te infundía confianza, seguridad y optimismo, y sabía cómo levantarte el ánimo en los momentos amargos como en las lesiones, derrotas o cualquier contratiempo que pudiera presentarse en el día a día de la entidad.
Como jugador era excepcional, dada su diversidad de funciones. En mi opinión ha sido uno de los mejores organizadores que ha tenido el club a lo largo de su historia.
En funciones más atacantes tendría que mencionar a Germán Dévora. La ausencia de estos dos jugadores se notaba en exceso. Todos los equipos ponían siempre una marca sobre ellos, lo cual no dejaba de ser un hándicap a efectos de organizar el juego. Por otro lado, le daba la posibilidad a otros compañeros de jugar con mayor libertad.
Mucho se ha hablado de la autoridad moral de Juanito Guedes y de su peso específico en el club. Todo ello era muy lógico y natural.
No todas las personas tenemos ese don para servir de enlace con el club y tratar de defender y preocuparse de todos los problemas que pudieran surgir. Debido a ésto, el club le agradecería su papel de interlocutor, ya que tenía esa facilidad para mediar en defensa de los compañeros.
Todos agradecerían muchos su labor y él fue asumiendo una posición distinta. Era natural que tanto los rectores del club como entrenadores y auxiliares, le tuvieran en gran estima dado que en gran medida les quitaba una gran carga. Aparte estaba su palmarés como jugador desde que llegó al equipo, siendo uno de los jugadores más admirados y respetados en todos los campos de España.

MI PROPENSIÓN A LAS LESIONES

Como consecuencia de una intolerancia a los lácteos, por aquellos años la medicina en este campo estaba en una fase embrionaria y no entendían el porqué de la pérdida de peso como consecuencia de no poder asimilar adecuadamente los nutrientes esenciales, lo cual conducía a que tuviera con relativa frecuencia lesiones de menor importancia, que alguna de ellas se cronificarían, pero que me impedían estar al 100%.
La mayoría de entrenadores contaban conmigo, alineándome como titular y llegué a participar en partidos de suma trascendencia e importancia, pero no llegaba a tener continuidad. Tras varios encuentros me surgía una nueva lesión. Nadie se podía imaginar lo que sufría y las veces que salí del terreno de juego lesionado de cierta consideración. Al morir mi padre muy joven, yo era mantenedor y tenía que llevar el sustento a casa, siendo mis hermanos muy pequeños.
En la temporada 1968-69, ya finalizando la Liga, se da la circunstancia que nos ofrecerían a José Ángel, Vicente García y a mí, un contrato para jugar la Copa Libertadores de América con el Canarias de Venezuela, en calidad de cedidos. Al regreso, el club, me da la carta de libertad y tras reflexionar, decido abandonar el fútbol profesional y continuar mis estudios a efectos de comenzar a plantearme mi futuro. Una vez comenzada mi nueva vida, fue necesario un ímprobo esfuerzo de formación académica, hasta llegar a defender como visitador médico en una de las compañías de mayor prestigio como es la empresa alemana Bayer.
Tras varios trabajos eventuales y algunos pinitos como entrenador y obtener la plaza, decido dedicarme plenamente a mi profesión. Mi vida cambió sustancialmente a todos los niveles, no sólo en lo referente a mi poder adquisitivo sino a mi formación cultural, relaciones, viajes y a lo que es más importante en mi jerarquía de valores, como era el haber podido darle a todos mis hijos unos estudios y comodidades de las que yo de niño no había podido disfrutar.
La última vez que vi a Juanito Guedes fue en la Clínica Santa Catalina tras su segunda intervención en Barcelona. Eran las primeras semanas y aunque su deterioro era evidente podía aún levantarse de la cama y hablar con naturalidad.
Cuando me vio entrar se levantó y me dio un abrazo muy sentido. Luego, se dirigió al espejo que había en su estancia y arreglándose un poco el pelo y mirándose el rostro me dijo: -Martín, dentro de muy poco estaré bien y podré comenzar a entrenar con los compañeros. Le conteste: -claro Juan, no me cabe duda de ello, pronto estarás de nuevo en el terreno de juego.
Hablamos durante un rato y nos despedimos. Es cierto que estaba delgado y demacrado, pero no como en las últimas semanas. Aunque ya me habían informado sobre su incurable enfermedad.
Nunca te puedes hacer a la idea de perderlo definitivamente y menos después de sus palabras tan alentadores. Aquella firme esperanza de Juanito Guedes no pudo verse cumplida y muy pronto decía adiós a la vida.
Juan era muy despierto e intuitivo y a veces, con el transcurso de los años, he llegado a dudar si verdaderamente creía en su recuperación integrándose a los entrenamientos o si sus palabras fueron para no preocuparme sabedor de la estima que le tenía, siendo conocedor de la realidad de los hechos.






